Dice el autor:

Propongo una ética de escritura como forma de vida. Elaborar a partir de ciertos elementos recurrentes, gestos, obras, pensamientos que no se consuman tan fácilmente, como si nada pasara en el mundo; que exijan un cambio de posición subjetiva de parte del lector; que abran a la experiencia de un descentramiento radical, de extrañamiento respecto de sí y los otros; que abran al infinito en acto pasible de encontrar en cualquier materia: infinito de infinitos no totalizable bajo ningún predicado característico. Imagino infinidad de gestos que no respondan a la lógica del intercambio mercantil, de la equivalencia generalizada, del uno a uno, del fácil consumo; gestos que vuelven al uno contra sí mismo y lo difractan en dos, tres, infinitas partes; obras que componen de modos inéditos haciendo uso de lo anterior, de lo que hay, de lo que emerge imprevisto: materiales contingentes cuyo anudamiento resulta necesario; pensamientos que no cesan de retornar desde un futuro anterior: lo que habrá sido para lo que está llegando a ser, siempre en décalage. Desencadenar tradiciones, reanudar tradiciones, ser-en-abismo, hasta que el mundo cambie junto con nosotros mismos. Lo que propongo es, en definitiva, un giro práctico.

También te podría gustar...